miércoles, abril 07, 2010

Woodstock, el festival cultural que cambió al mundo


Los años 60 fueron muy agitados en Estados Unidos y en el mundo. En esta década muchos acontecimientos hicieron historia, desde la construcción del Muro de Berlín hasta la llegada del hombre a la luna. Pero también el campo artístico y cultural se destacó ampliamente en una explosión de manifestaciones libres y expresivas. Woodstock es quizá la representación más fidedigna de este fenómeno que albergaba en sus cimientos la contracultura hippie y a la música popular partiendo de la ideología de ir contra el sistema, divertirse libremente y estar en paz, acontecimiento que probó que la juventud era un potente motor de expresión que podía cambiar al mundo, al menos por un momento.

El festival denominado “Una exposición Acuariana, 3 días de paz y música” fue un concierto masivo desde el 15 hasta el 17 de agosto de 1969 donde actuaron muchas bandas de Estados unidos y de otros países como, por ejemplo, Inglaterra e India. El recital acogió a aproximadamente a 500.000 personas superando las expectativas de los organizadores quienes esperaban 60.000 asistentes. Este factor numérico es muy importante para el festival, ya que la congregación del público provenía de todas partes del mundo, de diferentes culturas con el único objetivo de disfrutar de la música y de la paz. A pesar de las cifras, se estima que al menos 250.000 personas no pudieron llegar.

Las arenas de Woodstock se revelaban plagadas de gente desestrezada, distendida a lo largo del campo sin ningún tipo de preocupación, disfrutando de música de diferentes géneros, ya sea escuchando estribillos de guitarra por Santana, o fuertes descargas de rock por The Who o meditando con las espirituales melodías de Ravi Shankar los asistentes se mostraban complacidos y extasiados por el festival. No había horarios específicos, al punto de tocar maratónicamente toda una noche hasta el siguiente día sin parar, factor que sin duda ensalzó el recital.


Woodstock se convirtió en el ícono de una generación juvenil rebelde en contra del sistema y la política, por esta razón, muchos de sus asistentes formaban parte de la entonces popular contracultura hippie, movimiento que pregonaba la revolución sexual, fomentaba el amor libre y usaban estupefacientes para alcanzar un estado alterado de la mente en rechazo a las concepciones homogéneas del sistema. Estas manifestaciones libertinas permitieron que existiera una oposición muy marcada de la Guerra de Vietnam, por ejemplo. El rechazo a este enfrentamiento bélico ganó adeptos juveniles y promovieron la paz para el cese al fuego y poder acabar con el sufrimiento que trae consigo una guerra.

Una prueba concisa de este rechazo a los conflictos se dio cuando Jimi Hendrix, aclamado y virtuoso guitarrista tocó al inicio de su presentación el himno nacional de los Estados Unidos con su guitarra eléctrica distorsionada para demostrar que, aunque estuvieran en contra de la política militar de su país, seguían siendo estadounidenses, ya que algunos los tachaban como un movimiento anti Estados Unidos.

Además de estas expresiones de paz, el festival sirvió para demostrarle al mundo la “otra cara de la sociedad”, es decir la contraparte de las reglas, el orden y el estándar que regulan los comportamientos sociales y que forman parte de la “normalidad”. Por esta razón, las noches del festival estuvieron cargadas de intensas sesiones de sexo y drogas sazonadas con música rock.

Woodstock se convirtió en una fiesta donde miles de jóvenes disfrutaban libremente de música y de libertinas experiencias, pero el trasfondo del concierto se encuentra más allá. El festival demostró también que la juventud se podía congregar junta y unida en un solo espacio sin que hubiese de por medio factores externos como la nacionalidad, el idioma, la raza, entre otros elementos, sin violencia. El mensaje de Woodstock se traduce en el sentido de “abrir los ojos al mundo” y demostrar de lo que la juventud puede hacer, de que las concepciones sociales y el sistema son en, algunas ocasiones, erradas cuando de nacionalismo, de conflictivismo y de patriotismo se trata, en el caso de las guerras. Además, otro mensaje de Woodstock al mundo fue “aquí estamos haciendo música y expresándonos sin violencia, negros, blancos, asiáticos, haciendo cultura, construyendo historia y velando por la tan ansiada paz” en detrimento de la apariencia, de la ideología y de las construcciones sociales y familiares.

El mundo se transformó, los jóvenes evolucionaron en emprendedores capaces de poder expresarse, de manifestar sus culturas, incluso. Woodstock fue el exordio de una generación inconforme con la sociedad, unos “agitadores del mundo conservador” que buscaban valores como la paz y el amor fundamentados en las expresiones artísticas.
La música del festival fue el medio para expandir esta empresa. Entre grupos y bandas se logró llegar a más de medio millón de personas presentes y mediante el séptimo arte a todo el mundo.

Es un hecho que en la actualidad existen todo de tipo de expresiones artísticas, políticas y culturales. Sin embargo, no todas se muestran como pacíficas, sino con un aire destructivo, casi bélico que destruye todo tipo de manifestación libre. Los jóvenes son un potente motor de expresión que podía cambiar al mundo, al menos por un momento, pero necesitan la forma adecuada para poder hacerlo, sin violencia, para demostrar que la rebeldía no consiste en ir en contra del sistema o del común denominador de la sociedad con ataques terroristas sino expresarse en contra de una idea que no gusta, que no convence, que implique que las minorías sean también escuchadas y atendidas y formar una sociedad más abierta y más pacífica.